El caos perfecto de Sigur Rós

En 1999 hace 18 años, Jónsi líder de Sigur Rós público en su sitio web “No somos una banda, nosotros somos música… Nosotros simplemente vamos a cambiar la música para siempre, y la forma en que las personas piensan sobre la música… Y no creo que no lo podamos hacer; Lo haremos”

Como todos sabemos, este tipo de arrogancia exagerada, no es inusual en la corriente “mainstream” del pop (Kanye West, Axl Rose, por citar algunos) sin embargo al leerlo de una persona como Jónsi y de una banda obscura y poco conocida de post rock islandés, se siente raro.

Sigur Rós son melodías lejanas, obscuras, alegres y hasta rítmicas.

Sigur Rós marco un renacimiento creativo asombroso. Cantando en un falsete etéreo y aserrado a su guitarra eléctrica con un arco para cello (al estilo Jimmy Page) Jónsi invoca conjuros de magia. Un sonido que seguramente es igual a ningún otro. Cuando todo falla para describir a Sigur Rós, solo me puedo imaginar el utilizar las imágenes de Islandia como una descripción de la banda, el sonido de la guitarra de Jónsi a la deriva de un glaciar colosal simplemente suena como lágrimas de oro en el cielo. Podrían ser la banda sonora de cada gol fallado, cada avistamiento de ballenas, cada momento de lluvia y de sol.

La mayoría de los fans no discutirán con esta descripción. Para muchos (me incluyo) el espectáculo de Sigur Rós en vivo es una experiencia que te transporta, es algo comunal, una especie de servicio de iglesia secular, en lugar del Espíritu Santo, estamos movidos por una fuerza intangible de la banda, su delicado acto de equilibrio de la agresión violenta y respiro hipnótico.

Poco importa si el canto de Jónsi está en Vonlenska (Hopelandic en Inglés) un idioma inventado por él mismo, en un show de Sigur Rós, todos estamos hablando en lenguas.

Recordar la primera vez en que ví a Sigur Rós en vivo todavía me pone la piel de gallina.

Sigur Rós ha evolucionado, ya no es la misma banda de 1999, ya no son los jóvenes engreídos que dieron esa declaración hace 17 años. Han madurado. Y nosotros, sus discípulos hemos disfrutado cada segundo de esta evolución.

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