El desgaste de lo cotidiano

Siempre he tenido la teoría de que en realidad no existen momentos buenos ni momentos malos en esta vida. Que todo tiene que ver, más bien, con el factor de lo espontáneo.

¿Y qué es el factor de lo espontáneo?

El factor de lo espontáneo consiste básicamente en que algo suceda cuando menos te lo esperas.

Por ejemplo: cuando sacas un pantalón del closet y en el bolsillo del mismo te encuentras un billete.

Este puede ser de veinte pesos y no importa. Igual te emocionas porque era algo con lo que no contabas: el factor de lo espontáneo.

Y lo mismo sucede si vas al cajero y descubres que en realidad de tener mil pesos, tienes setecientos.

No importa si en el momento te hacen falta o no los otros trescientos. Te da para abajo porque no contabas con esa resta.

Y lo mismo sucede en escenarios más grandes.

Por ejemplo, imaginemos que sacamos del closet ese pantalón y que no hay un billete de veinte pesos en el bolsillo, sino un boleto de lotería. Y que justo hoy anuncian al ganador.

Te paras frente a la radio y te das cuenta de que quien dice el número elegido está prácticamente leyendo los números que tienes frente a tus ojos, y de un momento a otros te vuelves millonario.

Y que luego sales de casa saltando de alegría y te encuentras en la calle a esa chica a la cual siempre le quisiste hablar pero no te atreviste, y en ese momento le hablas y conectan. 

La emoción es tan grande como sería la decepción si al llegar a recoger el premio resulta que no, que el tipo se equivocó y que el boleto ganador no era el trescientos veinticuatro sino el trescientos setenta y cuatro, y tú tienes el trescientos veinticuatro.

Y después sales de ahí con los ánimos por los suelos y mágicamente dejas de conectar con esa chica y quedas exactamente igual que como estabas antes de que sucedieran todos esos eventos inesperados.

Pero con el paso del tiempo te acostumbras de nueva cuenta a tu vieja realidad, como también te hubieras adaptado a la nueva si nada de lo malo hubiera pasado, porque los seres humanos nos adaptamos a todo.

A todo, claro, menos a lo inesperado.

Porque eso nos toma por sorpresa, y la sensación que provoca la espontaneidad es tal deliciosa como desgarradora, según la suerte que tengamos.

Pero luego llega el desgaste de lo cotidiano y acaba con todo.

Porque no importa cuántos millones tenga en el banco el rico del vecindario. Tarde o temprano se acostumbra a ese estilo de vida y es tan feliz o infeliz como quien cayó en la miseria luego de que su esposa lo abandonara o de que su hijo falleciera.

Al final del día todo pasa, nos dicen a modo de consuelo.

Y tienen razón.

Pero así como el tiempo hace que uno se acostumbre a las cosas malas y las penas duelan menos, también los días buenos se vuelven normales y la sonrisa es menos extendida… menos placentera.

El desgaste de lo cotidiano es, en consecuencia, más fuerte que el factor de lo espontáneo.

Texto: Jaime Garza 
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