miedo el compromiso

Vivimos en tiempos raros. A la gente buena se le tacha de ingenua… decimos que les falta malicia, en cambio a los malos los damos por audaces y les aplaudimos la astucia.

El egoísta es el inteligente; el solidario un ejemplo del mal vivir. 

Medimos la riqueza de las personas con base en sus cuentas bancarias; nos olvidamos de lo que verdaderamente importa.

Y en medio de tal falta de valores, el compromiso aparece como algo de lo que deseamos salir corriendo, y a su vez dedicamos nuestras vidas a alcanzar esa indeseable meta.

De lunes a viernes nos despertamos muy temprano. Asistimos al colegio y buscamos las mejores notas. Sábados y domingos dormimos lo que no pudimos entre semana, y, sumándole alguna que otra fiesta, la cosa sigue igual en la preparatoria.

La Universidad es un simulacro de lo que nos espera como adultos, y de adultos vivimos para trabajar y descansar; ahorrar y gastar, en busca de un equilibrio que sabemos imposible, pero con el cual soñamos de noche y de día; dormidos y despiertos.

En resumidas cuentas: tenemos una relación de amor-odio con el compromiso. Nos aterra tal apuesta, pero a diario nos la jugamos en busca de ella. 

Y el asunto se ve perfectamente ejemplificado en una relación amorosa.

Todos queremos ser libres, pero también todos sabemos que la felicidad que uno alcanza en medio de la soledad, no se le compara a la alegría a la que aspiran los enamorados.

Creemos que la vida perfecta es la del tipo que no le rinde cuentas a nadie, cuyos triunfos los goza solo y las derrotas también se las aguanta en lo individual. 

Vemos con lástima a quien cambió los viernes de parranda por los fines de semana familiar, pues estamos programados para concebir las cosas de dicha manera.

¿Por qué nos da tanto miedo el compromiso?

Porque al estar comprometido con algo o con alguien, uno deja de tener control sobre sí mismo, y entonces todo lo que creímos saber sobre el mundo se vuelve un simple mito.

Lo cierto es que nunca hemos sido dueños de nuestro destino. 

Podemos despertarnos muy temprano e igual cabe la posibilidad de que nos encontremos con un accidente vial y lleguemos tarde al trabajo. Podemos amar mucho y bonito a otra persona, y nadie nos garantiza que esa otra persona nos responderá de la misma manera.

La vida es un eterno volado al aire, en el cual, la única forma de no perder, es no lanzando la moneda.

La única de forma de no sufrir, entendámoslo así, es no viviendo.

Y el compromiso es vida. 

El compromiso es la apuesta a la estabilidad. Una estabilidad que bien podemos entender como el camino ideal para alcanzar el control pretendido desde el inicio de los tiempos. Control que, de alcanzarse, hemos de compartir con nuestro compañero de viaje.

¿Por qué nos da tanto miedo el compromiso?

Llevo cuatrocientas ochenta y seis palabras intentando dar con la respuesta, y todo rebota en un simple y llano: No tengo idea.

Cuando todo está dicho, decir más, está de más.

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Texto: Jaime Garza 
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