¿Unos jochos de barrio?
Foto por Valeria Ortiz (@aureafotografia_)

¿Unos jochos de barrio?

Cuando el sol se esconde, grupos de todas las edades se reúnen (amigos después de la facultad en búsqueda de caguamas para sobrellevar las desveladas, parejas de enamorados que van de bar en bar bailando, sintiéndose infinitos por el amor que desbordan o hasta el grupo forzado de compañeros de oficina que armaron plan pero en el fondo quisieran estar en casa viendo una serie o haciendo sus pendientes) en Barrio Antiguo, lugar icónico en el centro de Monterrey, donde un amplio catálogo de bares que van de lo muy muy hasta lo meh meh te esperan con las puerta abiertas. Desde un McMullens para hacer mosh pit y sacar los problemas de tu vida hasta un Teatro de la Ciudad para apreciar al Ballet de Monterrey danzar con movimientos milimétricos.

Foto por Valeria Ortiz (@aureafotografia_)

Con este catálogo de establecimientos, es necesario alimentar las variadas realidades, a raíz de ello, surgen diversas expresiones culinarias de amplio rango, muy ambiciosas o híper sencillas; en el escalón más bajo de las pretensiones culinarias se encuentran: los famosísimos hot dogs de barrio.

Para vivir la experiencia que rodea echarse un jocho a las 2am en estado de ebriedad (porque está demostrado empíricamente que comer cualquier cosa borracho lo hace saber mejor) empezamos precopeando unos drinks de café Monstera, establecimiento al que le tengo un cariño muy especial.

Foto por Valeria Ortiz (@aureafotografia_)

Pedimos dos tipos diferentes de bebidas, un Martini con dulce de leche y un gin con un toque de manzana; los precios, ni altos ni bajos a comparación de otros lugares parecidos (con 200 y tantos baros te alcanzan un par de tragos). Muy recomendable con buenos amigos para una charla boba o echar chisme.

Foto por Valeria Ortiz (@aureafotografia_)

Ya entrados en ambiente, decidimos ir a French Fried, ahí te puedes echar unas cheves escuchando música electrónica.

Foto por Valeria Ortiz (@aureafotografia_)

Mientras bailábamos al ritmo del house, pensaba en la transformación de las cosas, ayer, esa casa transformada en antro, vio historias familiares de unos regios en los 1,900’s, tal vez un revolucionario que llegaba de luchar por su causa abrazaba a su familia con los ojos brotando ríos de sal porque pensó que nunca regresaría, ahora, en ese mismo espacio, un bartender me vendía una cerveza a sobreprecio.

Foto por Valeria Ortiz (@aureafotografia_)

Ya con dos cervezas encima podía decir que al 100 no estaba (siempre he salido barato porque soy malo tomando) y decidimos ir por el famoso hotcho.

(Ver también: A nuestro café)

Llegamos al puesto más lleno, ubicación: frente al Seven de Morelos. Consejo de conocedor que reiteraré una y mil veces de ser necesario, ‘elige el más lleno‘.

Nos atendió un agradable cocinero y soltó sus tres opciones (Gordon Ramsey estaría orgulloso, él siempre dice: mantenlo sencillo): los sencillos, que están hechos con salchicha delgada; los grandes, su producto más solicitado porque están hechos con salchicha para asar y los de salchicha polaca, todos servidos con sus respectivas papás fritas.

¿Unos jochos de barrio?
Foto por Valeria Ortiz (@aureafotografia_)

Nuestra elección fue sencilla, dos grandes para comer ahí. El cocinero nos despachó, agarramos espacio recargados en una pared mientras observábamos las aventuras de la raza en barrio, una pareja de borrachos esperaba un Uber para llegar a su casa, una persona vestida de Jesucristo pedía dinero y la raza jameaba con un músico callejero.

(Ver también: Tacos, cigarros y un poco de nostalgia)

Al dar mi primer mordida al hot-dog, la máquina de memorias se alborotó de nuevo, en los 2010s, esas calles eran un desierto por la inseguridad que azotó nuestra ciudad, esos días parecen tan lejanos, pero los que crecimos en esa época, guardamos memorias con tintes oníricos, deseando que todo hubiese sido un sueño.

Hoy Barrio Antiguo está más vivo que nunca, en constante cambio e innovación con diferentes propuestas culinarias, pero tarde o temprano todos los caminos llevan al hotcho.

Los invito a que valoremos nuestro barrio, lo cuidemos y vivamos con la magia que nuestra ciudad nos ofrece. Ah y los hot-dogs en un día normal
podrán ser un simple hot-dog, pero con toda la magia que lo rodean estas calles, se convierte en una experiencia que llena el alma.

Más cultura aquí en Crónicas y Relatos Regios

Texto: Esteban Langarica


Comentarios

comentarios