la pandemia

La explotación laboral a causa de la pandemia

El COVID-19 llegó para agitar nuestra realidad. De un momento a otro, el contacto físico se volvió un sacrilegio; ver comercios cerrados es ya lo más normal del mundo… también templos y colegios.

¿Fiestas?

Olvidémonos de ellas. O hagámoslas con pocas personas, a sabiendas de que aún así seguiremos siendo parte del problema.

¿Eventos masivos?

Son ya cosa del pasado. Lo de ahora es la pantalla y la distancia; el encierro y el temor colectivo.

Llevamos ya prácticamente un año así, y aunque sigue siendo complicado, se puede decir que ya nos habituamos a ésta nueva normalidad.

Los chicos ya no van más a la escuela. El aula es ahora su cuarto. O la sala. O la cocina. O donde sea que llegue mejor el internet.

Los modos del hogar ya son del dominio del maestro, que de pronto escucha al padre de familia expresarse como se expresaba antes, con la diferencia de que ahora queda en evidencia frente a un grupo de chicos que, sin conocer el contexto, muy probablemente distorsionen algunos escenarios.

El maestro, por su parte, ha perdido también sus horas de descanso. Pues al trabajar desde casa, los grupos de WhatsApp y el correo electrónico quedan activos 24/7. 

Y es justo éste punto en el cual me quiero estacionar…

¿Por qué es tan difícil respetar horarios de comida y de reposo?

¿Por qué creemos que el estar en casa reduce la carga de trabajo?

Ésta situación pudiese ser entendida (no justificada), bajo la óptica del padre de familia (en caso de maestros), o de los clientes (si hablamos de cualquier otro giro laboral). 

Ellos, como ha sido siempre, dan prioridad al servicio o al producto por el cual pagaron con anterioridad. Quieren ver solucionadas sus inquietudes, y en tal afán, insisto, sin justificar, es entendible que no respeten horarios ni días de descanso. 

De alguna u otra manera, con o sin pandemia, todos hemos hecho algo parecido. Cuando le reclamamos al mesero por el error del cocinero o viceversa. 

Difícilmente nos detenemos a analizar a los verdaderos culpables de nuestros problemas.

Sin embargo, los patrones sí están obligados a respetar los horarios de sus empleados. Es inhumano mantenerlos al cuidado siempre de sus obligaciones laborales. Es indigno que las personas no puedan contar con un tiempo determinado para comer, y lo que es peor, es cruel aprovecharte de las necesidades de las personas. 

No es que te pongas o no la camiseta. Tampoco es un tema de gratitud ni mucho menos de lealtad. Se llama explotación laboral, y se escribe con rojo.

Durante muchos años se ha explotado a la gente aprovechándose de que necesitan trabajar. Hoy la situación se ha agravado aún más, porque aunque no quieras, no puedes no compararte con quienes perdieron su trabajo durante la cuarentena. 

Entonces te sientes un malagradecido por quejarte de tus patrones o de tus horarios militarizados. Pero no. Tú no eres el problema. El problema es de ellos, que utilizaron la pandemia para exigirte al triple y pagarte una miseria.

Cuando todo está dicho, decir más, está de más.

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Texto: Jaime Garza 
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LA PLUMA DE JAIME GARZA

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