conservador

Nuestros padres y nuestros abuelos formaron parte de una generación que, en su mayoría, tenían como meta principal en la vida casarse, tener hijos y formar una familia.

Pasaron los años, sin embargo, y muchas cosas han cambiado.

Antes lo normal era que el hombre trabajara. 

¿De qué?

De lo que fuera, pero que llevara siempre el sustento a la casa.

¿Y la mujer?

A ella le correspondían las labores del hogar.

¿Y el estudio?

Hasta donde alcanzara. 

Si crecías en una familia más o menos bien económicamente hablando, tus padres te pagaban hasta el bachillerato. La carrera casi siempre corría por tu cuenta, y ni hablemos de maestrías ni doctorados.

Ahora el estudio es prioridad.

La gente mínimo termina la preparatoria, y muchos al menos comienzan a estudiar una ingeniería o una licenciatura.

¿El resultado?

Una sociedad más culta y preparada.

No obstante, todos estos cambios, que desde un punto de vista general se puede decir que han aportado más de lo que han restado, poco a poco comienzan a volverse un tanto extremistas, y hoy vemos a la persona conservadora como al enemigo de la nación.

Es válido, respetable y hasta plausible que hoy las personas vean más allá del matrimonio y de los hijos. Que se pongan metas a futuro, como aprender nuevos idiomas o estudiar cualquier cantidad de cosas.

Sin embargo, también se vale empatar tales aspiraciones con el sueño de formar una familia.

¿En qué momento el ser conservador se volvió un delito?

¿Por qué se señala de tan mala manera a quienes deciden casarse y tener hijos?

Si la realización de una persona consiste únicamente en prepararse académica y profesionalmente hablando, y tiene como meta principal el mejor puesto, el mejor auto, la mejor casa y los mejores viajes sin necesidad de compartirlo con una pareja en particular o no desea tener hijos, está bárbaro.

Pero también es válido soñar con el amor de tu vida, con el vestido de novia, con la boda y con los hijos. Con todo aquello que antes era muy común y que hoy pareciera estar fuera de contexto. 

Capaz no se dan cuenta, pero los que hoy abogan por tantos cambios y tantas libertades, se están convirtiendo en algo muy parecido a ese conservador radical que supuestamente querían exterminar. 

Cuando todo está dicho, decir más, está de más.

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Texto: Jaime Garza 
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