Bautizos y piñatas

Los bautizos y las piñatas, o fiestas infantiles, en Nuevo León están lejos de ser un ejemplo para la sociedad.

Partiendo del hecho de que la ocasión tiene muy poco que ver con lo que verdaderamente tendría que ser.

Dicho de otra manera: los bautizos para los regios (salvo alguna que otra excepción), no se organizan con el fin de festejar la iniciación del niño o de la niña en la vida católica.

Se hacen con la intención de emparentar con ese amigo o esa amiga con la cual te llevas demasiado bien, pero con quien no tienes en común una sola gota de sangre. 

Situación que se repara mediante el compadrazgo, piensan algunos regios.

Y lo mismo sucede en las piñatas o fiestas infantiles, como prefieras decirles.

No solo se festeja que Danielita cumpla cuatro años, por ejemplo. 

Va más allá…

Los tíos y los papás les roban el show a los niños.

Igual estos casi no se quejan, porque casi siempre la pasan bastante bien.

Comen chilidogs, gelatina, pastel y toman de su refresco favorito. Encima se llevan a casa una bolsa llena de dulces.

Le pegan a una piñata que el tío de la festejada mueve desde el techo mientras todos ríen y se divierten de lo lindo.

Se rompe la piñata y los dulces quedan regados por doquier.

Los niños se abalanzan sobre ellos y después se suben a ese trampolín que los papás de la festejada rentaron, y que, sin permiso de municipio, claro está, pusieron en medio de la calle, cerrando la misma y haciendo que los conductores se las arreglen para llegar a su destino.

Y mientras todo esto sucede, tanto en los bautizos como en las piñatas, los adultos toman cerveza hasta emborracharse, y a cierta hora convierten el evento en una carne asada con los compadres.

Los niños no se van a dormir temprano, porque se llenaron la barriga de dulces.

Sin embargo, por ahí de la una o dos de la madrugada, cuando pasa el efecto de los dulces, los chicos ya no quieren saber más de la vida, por lo que mamá y papá les juntan dos sillitas o los mandan a la sala para que estos duerman mientras los grandes siguen con su fiesta.

Porque al final del día, aunque hay quienes aún lo niegan, todo trata siempre de ellos.

¿Y saben qué?

Como un casi treintañero regio que vivió esto cuando chico, les puedo decir que no cambiaría absolutamente nada de mis piñatas.

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Texto: Jaime Garza
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