Fue una noche histórica. Paul McCartney en Monterrey, un Beatle en pleno 2024, uniendo a la gente a través del poder de la canción como lo hiciera con el mundo entero en aquella lejana década de los años 60.
La molestia por el retraso de 45 minutos se desvaneció al momento en que las pantallas comenzaron a pasar imágenes de la vida de Paul McCartney, mezclando las diferentes etapas de su carrera, desde The Beatles, pasando por Wings, hasta su etapa en solitario. Imágenes que evocaban un viaje a través del tiempo, de la nostalgia, de la melancolía, llenas de emoción, sentimientos y recuerdos que cada uno de los presentes tiene asociados con ese monumental catalogo que Sir Paul ha acumulado a través de las décadas.
Con su viejo bajo Höfner modelo violín y los equipos Vox detrás suyo (los mismos que usaba con The Beatles), Paul McCartney salió al escenario del Estadio del Club de Futbol Monterrey ante un grito ensordecedor y unas cuantas lagrimas de la gente. La emotividad estaba a flor de piel.
Paul no habló mucho, expresándose más a través de los gestos, que son muy elocuentes, pero lo hizo varias veces en español. Habló de su felicidad por estar por primera vez en Monterrey, y remarcó varias veces a través de la noche que éramos un gran público.
Arrancó al más puro estilo Beatle con “A Hard Days Night ” y siguió con dos temas de Wings, “Junior’s Farm” y “Letting Go”, y en esta última, como viene siendo una costumbre en la gira, apareció una sección de vientos, los Hot City Horns, entre el público, a un costado del estadio para después trasladarse al escenario.
Con “Drive My Car” y “Got To Get You Into My Life”, Paul le metió ritmo y acelerador a la velada y para cuando tocó el turno para “Let Me Roll It”, de Wings, cambió el bajo por la guitarra eléctrica, para ejecutar el inconfundible riff de ese tema, que contó que había compuesto en homenaje a Jimi Hendrix, razón por la que tocaron una parte de “Foxy Lady” hacia el final.
De destacar su banda de apoyo, que se lució en todo momento y son un espectáculo aparte. Rusty Anderson (guitarra), Abe Laboriel Jr. (batería), Paul Wickens (teclados) y Brian Ray (guitarra y bajo) llevan más de 20 años al lado de McCartney y es evidente la experiencia y el oficio que demuestran al ejecutar cada canción.
La velada apenas comenzaba y “Getting Better” del Sgt. Pepper’s puso el toque psicodélico antes de bajar un poco los decibeles con “Let’Em In”, de Wings, en dónde Paul lanza un mensaje de hermandad mostrando imágenes de John Lennon, Martin Luther King y los Everly Brothers.
McCartney continuó con la romántica “My Valentine” dedicada a su mujer Nancy Shevell, presente en el estadio, y luego de “Nineteen Hundred and Eighty-Five”, de Wings, tocó “Maybe I´m Amazed”, de su primer álbum solista.
Con la guitarra acústica, nos sumerge en un viaje de nostalgia, que comienza con “I’ve Just Seen a Face”, y sigue con el primer tema grabado por “cuatro muchachos de Liverpool”, “In Spite of All the Danger”, que remite a los Quarrymen, su banda pre-Beatle. Macca hace una pausa y se avienta el mismo discurso que tiene muy bien ensayado antes de tocar “Love Me Do”; Paul cuenta que “luego fuimos a Londres, a los estudios Abbey Road y esto fue lo primero que hicimos”.
La gente, que a estas alturas ya está completamente entregada, percibe que se viene un subidón de emotividad y la punta de lanza es con “Blackbird”, con Paul sobre una plataforma que se va elevando, y continúa con la canción “que escribí para mi querido hermano John”: “Here Today”.
Y después, “Now and Then”, el “nuevo” tema de los Beatles, ilustrado con imágenes donde aparecen Paul y Ringo cantando la canción en la actualidad, junto a sus compañeros George y John. Todo un despliegue de emociones que hace que varios derramemos una que otra lagrima, que mucha gente se abrace y le rinda pleitesía a, quizás, la banda más importante del pop de la historia.
Luego de “New”, “Lady Madonna”, “Jet” (de Wings) y “Being for the Benefit of Mr. Kite”, Macca toma el ukulele y deleita a la audiencia con el clásico de George Harrison “Something”.
Después de esta canción, Paul subió a unos novios que se prometieron amor eterno arriba del escenario. La noche iba pintando ya memorable.
Para disolver la melancolía empezó a sonar “Ob-la-di Ob-la-da” y después el primer gran cierre de obras maestras arranca con la majestuosa “Band on the Run” (de Wings) y “Get Back”, la canción que da nombre a la gira.
Después suena “Let It Be” y el estadio se ilumina con los celulares de toda la gente, ya que todos quieren tener grabado un pedazo de este himno generacional, al que le sigue “Live and Let Die”, que incluye un despliegue de fuegos artificiales y otros efectos. El (aparente) final es con el canto colectivo de “Hey Jude”, el tema que dedicara a Julian, el hijo de John Lennon.
McCartney abandona por unos minutos el escenario y regresa para el encore, que arranca con “I’ve Got a Feeling”, donde la tecnología permite que aparezca Lennon desde una pantalla, en la terraza de los estudios Apple, cantando e interactuando con su viejo amigo.
En la recta final, los himnos “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (Reprise)” y “Helter Skelter” suenan potentes, desgarradores y dan paso al medley del disco Abbey Road que incluye “Golden Slumbers”, “Carry that weight” y “The End”, con ese gran mensaje que dice “y al final, el amor que recibes es igual al amor que das”.
Ha sido una noche histórica en dónde Macca privilegió notoriamente su fase en The Beatles, incluyendo temas que no son tan conocidos para el público en general, para el deleite de los fans más clavados en el catalogo del cuarteto de Liverpool.
La voz de Sir Paul McCartney está en muy buena forma, considerando que ha venido cantando con regularidad desde julio de 1957 cuando se unió a The Quarrymen, bajo la invitación de John Lennon.
Ya para cerrar, McCartney se despidió prometiendo, tal como lo hace en cada ciudad de esta gira, con un “hasta la próxima”.
Hasta la próxima Paul.
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