Aquél grito que nació en Guadalajara con la intención de inyectarle un poco de folclore a las tribunas, se ha salido por completo de control.
Resulta que el calificativo, como recién hemos descubierto con muchas otras palabras y muchas otras cosas, escondía un acto discriminatorio en perjuicio de un grupo de personas que han sido históricamente marginadas y maltratadas por la sociedad.
Se han hecho campañas para erradicar el problema, y aunque en los estadios mexicanos esto se ha medio logrado, el paisano que vive del otro lado del charco se rehusa a aceptar que su chistecito afecta más de lo que suma, y a más le piden que deje de hacerlo… a más lo amenazan con perjudicar a la selección mexicana, más lo hace.
Lo curioso de todo esto es que quienes parecen aferrarse a ir en contra del sistema, son personas que de lunes a domingo cumplen a cabalidad con las normas estipuladas por un país ajeno; se rigen bajo reglas y conductas pertenecientes al sistema norteamericano, porque les da miedo que por una falta los despierten del sueño gringo y los manden de vuelta a sus tierras.
Pero todo cambia cuando la selección juega allá.
Ven a once tipos vestidos de verde y dejan de comportarse como personas civilizadas. Vuelven las viejas conductas y los insultos; la cerveza al por mayor y todos esos vicios que mal definen al mexicano. O al sector negativo del mexicano, mejor dicho. A ese sujeto que le resulta divertido romper las reglas y se enorgullece de que en el mundo se nos reconozca por actos desleales como el narcotráfico o la corrupción.
A ese mexicano nefasto es al que representan todos aquellos aficionados que van a la cancha únicamente para sacar lo peor de sí; justificándose en la melancolía de encontrarse de nueva cuenta con sus paisanos; de escuchar el himno nacional y sentirse otra vez como en casa.
Y gritan y discriminan. E insultan y hacen lo que no deben de hacer, porque esos noventa minutos los viven ‘a la mexicana’.
A este paso, México se quedará sin mundial.
¿Y saben qué va a pasar?
Nos vamos a quejar.
Porque eso también forma parte del folclore: hacer lo que no debemos y después no querer pagar lo que debemos.
Cuando todo está dicho, decir más, está de más.
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Texto: Jaime Garza
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