Clásico Regio

Hace no mucho tiempo Tigres y Rayados no eran más que dos equipos de relleno en un torneo gobernado por los monstruos de la capital, y de vez en cuando algún provinciano atrevido se animaba a ganar algo.

Provinciano, que nunca era Tigres ni Rayados, claro está.

Para ellos el balón parecía tener destinada una fiesta distinta.

Cada torneo luchaban por arañar algún puesto en la liguilla… o cuando menos por no ser de los que descendían. 

Pero había algo que los mantenía con vida.

Un par de partidos al año en los que no importaba la cosecha de puntos, porque ese duelo valía más que la suma o resta de unidades.

Se disputaba el orgullo y la sonrisa de la gente.

Que el empleado rindiera más de lo habitual en la oficina el lunes siguiente, pasaba en gran medida por el resultado de ese partido.

Que el patrón aceptara permisos o aumentos sin poner tantos peros, tenía que ver con quién ganaba y quién perdía el clásico regio.

El Tigres contra Rayados solía materializar todo lo que ocurría dentro de nuestra sociedad. El rico contra el pobre; el afortunado contra el que nació con la suerte de lado.

Eran ciento ochenta minutos de idiotez necesaria para que uno no se quedara idiota toda la vida.

Y la cosa marchaba de maravilla… hasta que llegaron las Copas.

Nuevo León se ha convertido ya en una de las principales plazas del balompié mexicano.

La primera década del segundo milenio fue rayada; la segunda tigre.

Somos más felices, eso es cierto.

Antes éramos relleno en un torneo gobernado por los equipos de la capital; hoy somos protagonistas casi siempre y los del centro nos envidian.

Pero el éxito llegó acompañado de una ambición desmedida, al grado de que ya no disfrutamos a plenitud de los triunfos, porque creemos que el gozo es exclusivo de los campeonatos.

Y veo sana la exigencia.

Las nóminas son distintas; también las expectativas. 

Pero igual no creo que sea necesario sacrificar la fiesta regional.

Es verdad que el Clásico Regio ya no salva ningún torneo, que ahora hay material suficiente para aspirar a cosas grandes, pero la pretensión no debe sacrificar la pasión.

Sí, Rayados. Tienes que ir por esa Liga que te deje a una estrella de alcanzar a Tigres.

Sí, Tigres. Tienes que ir por la novena que te dé un lugar en la mesa de los grandes.

Pero en el trance ambos tienen una fiesta que vale la pena disfrutar.

Por los que están y por los que se fueron… por los que vendrán. 

A razón de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que seremos, juguemos el derbi como si de ello dependiera todo.

Ya habrá momento para dárnosla de serios.

Cuando todo está dicho, decir más, está de más.

Texto: Jaime Garza 
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LA PLUMA DE JAIME GARZA

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