En 2011 se decía que Tigres llegaría tan lejos como su defensa se lo permitiera.
En 2014 al equipo se lo daba por muerto; se hablaban de casacas negras y cuanta cosa más. Hubo una limpia, sin embargo. Llegaron algunos, se fueron otros y el barco de a poco levantó.
Entre 2015 y 2017 Tigres lo ganó prácticamente todo, y la prensa decía que todo era obra de individualidades y una pizca de suerte.
Como si el contar con los mejores jugadores de la Liga fuera obra de la casualidad. Como si el marcar gol en tiempo de compensación y ser amos en tandas de penales le restaran brillo a las estrellas.
Tigres cayó en un bache, no obstante. Y aunque en 2019 se ganó una Liga, en 2020 se logró el anhelado título internacional y en 2021 se llegó a la final del mundo, lo cierto es que el fútbol seguía en decadencia.
El único constante siempre fue un tipo de buen pie, excelente atajada y cabeza en otro sitio. Un loco del fútbol… siempre necesario para sacar las papas del fuego.
Tigres le debe demasiado a Nahuel Guzmán.
En 2019 el equipo hizo todo lo humanamente posible para quedar eliminados desde cuartos de final, pero el argentino se aferró a la lucha y acabó siendo factor para que los nicolaitas alzaran su séptimo título de liga.
En 2020, en octavos de final, no le bastó con atajar, sino que se fue al frente y marcó el gol que les dio el pase a cuartos de final.
El Mundial de Clubes lo vivió desde que se subió al avión, y los contagió a todos.
Ahora en Tigres está todo mal.
La media cancha no existe cuando Rafa Carioca no alinea. Arriba Carlos González anula a Gignac, Julián Quiñones juega en cámara lenta, y la falta de seguridad no le permite a Leo Fernández intentar algo distinto.
Los defensores parecen llevar a reto poner a trabajar a su portero, y este resuelve bien.
Por eso digo que Tigres le debe demasiado a Nahuel Guzmán. Porque de no ser por él, Juárez, Rayados y Chivas habrían goleado en la primera mitad; el equipo habría cerrado con uno de doce y hoy estarían eliminados.
Pero Nahuel Guzmán no quiso irse de vacaciones todavía, y sus atajadas fueron clave para que Tigres cerrara con ocho unidades y tuvieran, aunque de manera muy pequeña… casi casi nula, alguna posibilidad de campeonar.
Cuando todo está dicho, decir más, está de más.
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Texto: Jaime Garza
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