¿Qué tan peligroso es empoderar a la afición en una plaza como Nuevo León?

¿Qué tan peligroso es empoderar a la afición en una plaza como Nuevo León?

Nuevo León es una plaza distinta, no solo en temas de fútbol, sino en todo.

El regio tiende a ser muy apasionado en lo que hace; arraigado cuando algo pasa de la rutina a la tradición… de la tradición a la cultura.

Y el fútbol es ya parte de su cultura.

Así como los domingos el regiomontano tiene por costumbre visitar a los abuelos, los partidos los sigue sí o sí. Sea en la cancha o detrás del televisor. Eso sí, siempre detrás de un asador.

Si bien entre aficionados en ocasiones escuchamos al hincha de estadio hacer a menos al del sofá; en el fondo es bien sabido que todos quieren por igual a sus equipos… y en el cariño está también la exigencia.

Todos quieren que su club juegue bien y bonito al fútbol. 

Lo primero es algo objetivo si lo aterrizamos al hecho de hacer las cosas bien; lo segundo, no obstante, es bastante subjetivo.

Pues así como hay quienes disfrutan de una defensa ordenada; del toque y la pauta… la paciencia y el temple, hay otros que prefieren vivírsela al filo de la butaca; gozando con las llegadas de los suyos y sufriendo con las de los otros.

Y todo está bárbaro cuando el dilema se queda en la carne asada o en las tortas al salir del estadio. El problema es que vivimos en tiempos de redes sociales, y lo que antes era un simple comentario de parrilla o de tribuna, ha tomado tintes de petición popular, y las directivas no saben si escuchar o ignorar.

Porque si escuchan se encontrarán con polos opuestos y no sabrán a quién darle gusto y a quién no.

Pero ignorar sería como darles la espalda a todas aquellas personas que desayunan, almuerzan, comen, meriendan, cenan, sueñan, viven y mueren pensando en ese jueguito que les permite vivir como viven; gastar como gastan.

Entonces no, hombre de pantalón largo. No puedes ignorarlos.

Pero escucharlos también es peligroso, pues al hincha le encanta tener la razón, sí, pero prefiere equivocarse. 

Dicho de otra manera, estarían dispuestos a sacrificar su credibilidad con tal de que a los suyos les vaya bien.

Entonces…

¿Qué debe hacer el directivo?

¿Darles poder y volverlos parte de las decisiones del equipo?

¿Enfocarse únicamente en ofrecerles buenos resultados y olvidarse de la crítica?

Ambos polos me parecen sumamente peligrosos.

¿Qué opinas tú?, ¿Qué tan peligroso es empoderar a la afición en una plaza como Nuevo León?

Para conocer más del tema, te invito a disfrutar del siguiente programa:

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Texto: Jaime Garza 
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LA PLUMA DE JAIME GARZA

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