Los que supuestamente le saben a éste deporte, establecen como requisitos fundamentales el cumplimento de tres condiciones en específico para que un equipo pueda ser considerado grande: historia, arraigo y popularidad.
La historia consiste en tener algo qué contarle a tus hijos o a tus nietos para que estos se vuelvan hinchas del mismo club que tú.
A los del America les alcanzó con ser hijos de una televisora grande en tiempos de duopolio y con ganar más títulos que cualquiera. A los de Chivas les bastó con jugar con puros mexicanos y promediar menos de un campeonato por década. A los de Cruz Azul con ser reyes de una época y a los de Pumas con la identidad de la universidad, el haber sido la cuna del mejor futbolista mexicano de todos los tiempos y con un bicampeonato obtenido hace ya algún tiempo.
El arraigo consiste en sentirte parte de un equipo sin importar distancia ni tempestades. El perder mil finales y seguir ahí. El mudarte de estado o de país y mantenerte al tanto de tu equipo. El volver parte de tu rutina sabatina o dominical ese par de horas dedicadas al club que te robó la primera sonrisa cuando eras niño. El arraigo básicamente consiste en trasladar un acto lúdico a un hecho vívido que configure una pasión.
La popularidad se resume a que tu equipo sea conocido en todos esos lugares que más o menos dicen saberle al fútbol. Como Boca Jrs. en Argentina o Real Madrid en España. Bayern Munich en Alemania o la Juventus en Italia. Santos en Brasil o Manchester United en Inglaterra. Ajax en Holanda o Benfica en Portugal.
La popularidad no necesariamente tiene que ver con rendimiento futbolístico. De ser así, habría agregado al PSG de Francia y pondría entre comillas la inclusión del Manchester United.
Pasa que el fútbol es así. Tiene una suerte de memoria inquebrantable. Los grandes pueden caer, incluso, por actos desleales, y los historiadores jamás les quitarán dicha estafeta. Un claro ejemplo de esto es la Juventus de Turin o el River Plate de Nuñez.
¿En México existen los equipos grandes?
Supuestamente sí: America, Chivas, Pumas y Cruz Azul. Su historia ya la mencionamos, existe cierto arraigo a nivel nacional y siguen siendo de los más populares en la región. Sin embargo, ¿qué hay de lo futbolístico?
Si le permitimos opinar a la pelota, seguro nos dirá que de esos cuatro grandes solo America merece ser considerado como tal. Porque se exige siempre al máximo y no le basta con ganar. Enriquece su historia torneo a torneo y el arraigo llega acompañado de campeonatos. La popularidad, dicho sea de paso, se la debe a que no deja de brillar…. a que no se recuesta en sus laureles y siempre va por más.
Chivas se la vive dando excusas, Cruz Azul se ha vuelto suscriptor vitalicio de los segundos lugares y Pumas… Pumas de vez en cuando da una campanada cual equipo de media tabla para abajo.
Pero quienes supuestamente le saben a éste deporte, se rehusan a quitarle el lugar a estos tres mediocres, con todo y que hay fila para suplantarlos. Pongo de ejemplo a Pachuca, que en la década pasada ganó una Sudamericana. A León y a Toluca, que en títulos de Liga ya solo están por debajo de America y de Chivas. A Rayados, que suma cuatro títulos de CONCACAF, y por supuesto a Tigres, que en menos de sesenta años de vida suma siete títulos de Liga, tres Copas, tres Campeón de Campeones, una CONCACAF y como si fuera poca cosa, recientemente llegaron a la final del mundo, cosa que ningún otro equipo en la historia del balompié mexicano ha logrado.
Sin embargo, Tigres jamás será considerado un equipo grande. Ni Pachuca ni Toluca. Ni León ni Rayados. Porque a los de la vieja escuela les duele mucho aceptar la mediocridad de sus dinosaurios. Prefieren aplaudir videos en blanco y negro en lugar de darle paso a las nuevas generaciones.
¿Y saben qué?
Mejor así. No debe interesarles el reconocimiento de un país que sigue viendo como grande a una caricatura llamada Cruz Azul, a un invento llamado Chivas o a un dinosaurio llamado Pumas. Mil veces chico ante esos ojos y grande en el terreno de juego.
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Cuando todo está dicho, decir más, está de más.
