Burlarte del dolor ajeno no te hace más fuerte

Es una tarde de abril del año 2021. Mi día marcha como cualquier otro.

De pronto coincido con un grupo de jóvenes que gritan un montón de cosas, mas yo no logro comprender una sola palabra.

Un poco por morbo y otro tanto porque no tengo otra cosa en qué matar el tiempo, me acerco a ellos.

—¿Qué sucede? —les pregunto.

No me contestan.

O contestan, mas yo no los escucho.

Mi atención está puesta en otra parte.

Hay un chico arriba de un puente que amenaza con matarse.

Le duele la vida.

Se le ve y lo grita.

¿Los motivos?

Pudo ser cualquier cosa. Una broma de mal gusto, incluso. 

¿Serán conscientes del daño que le causaron?

Me refiero a los autores de esas malas bromas… o de lo que sea que lo haya orillado a tomar tal decisión.

¿Sabrán lo mucho que lastimaron a ese pobre tipo?

Porque una cosa es hacer chiste cuando alguien se cae en algún lugar público o dice alguna estupidez. A nadie nos gusta que se rían de nosotros, pero igual lo toleramos y pronto olvidamos.

Pero este chico parece no olvidar lo que le dijeron… o lo que le hicieron.

Amenaza con lanzarse y acabar de una vez por todas con el dolor.

¿Por qué no lo ayudan?, quiero preguntarles, mas en eso me doy cuenta de que el grupo de jóvenes no son simples espectadores que pasaron por ahí por casualidad, como me sucedió a mí. 

Nada de eso. 

Ellos sabían que eso iba a pasar. Eran conscientes de la pena, porque fueron ellos quienes la perpetuaron.

¡Ya tírate!

¡Órale, tírate que tengo que ir a comer!

¡Ponle emoción! ¡tírate ya!

¡Nadie te quiere!

¡Total, uno menos en este mundo!

Y el joven cedió y se tiró.

Y los chicos grabaron todo y algunos lo subieron a redes sociales, como si aquello fuera un logro.

No sé si dedicarles una pieza sea contradictorio.

No sé si al hacerlo le esté dando cierta publicidad a estas escorias, pero no puedo dejarlo pasar.

Porque a gente así se les exhibe y se les reclama. Se les señala como todo lo que está mal en este mundo y se les repudia.

Burlarte del dolor ajeno no te hace más fuerte.

Al contrario.

Reírte de quien la está pasando mal… orillarlo, incluso, a acabar con su vida, te vuelve un ser débil y despreciable. Alguien tan insignificante… tan poca cosa que necesita arruinar vidas para medio sobrellevar la propia.

Cuando todo está dicho, decir más, está de más.

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Texto: Jaime Garza 
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