André-Pierre Gignac no está en su mejor momento. Eso es una realidad.

No falla, también es verdad. Porque sencillamente ya no genera nada. 

¡Ni siquiera se acerca al área!

Se le ve cargado a las bandas; pidiendo todas, resolviendo nada.

Está desesperado y frustrado. Con muchas ganas, pero poco fútbol.

¿Qué le pasó al francés?

Lo más natural del mundo sería culpar a la edad.

Por muy bueno que sea… por mucho que cuente con su entrenador personal y que se comporte como todo un profesional 24/7, el tiempo no perdona.

Y ya no llega a donde antes sí… y ya no le alcanza con el recorte de siempre ni con el disparo potente.

Quiere. Queda claro que quiere. Pero ya no puede… o parece ya no poder.

Lo raro de todo esto es que aún en febrero llegaba a las jugadas; recortaba y tiraba. Conectaba de cabeza y le competía al tú por tú a cualquiera.

Con más de treinta años encima, en Qatar jugó como un chico de veinte. 

Es verdad que lo que estaba en disputa era un Mundial, y que el futbolista, por muy entregado y serio que sea, se comporta con base en lo que está en juego.

No se puede pretender que Gignac brille igual contra Mazatlán que contra Palmeiras. Pero tampoco se comprende que haya tanta diferencia de un momento a otro.

¿Conformismo?

No.

Si fuera eso se le vería caminando en la cancha; tranquilo y en paz con su bajo nivel futbolistico. 

En cambio, luce molesto. 

Desesperado, incluso. 

Baja por balones y pelea en cualquier zona. En todas partes, menos donde mejor hace las cosas.

El área lo extraña; el gol lo reclama. El aficionado se da cuenta de que el hombre no está, pero aún guarda la esperanza de que algún día volverá.

Porque el deporte tiene eso también.

No todo es lógica. También se vale ser romántico y esperar que la capa vuelva a su lugar, y que el bueno vuelva a ser bueno… el malo vuelva a sufrir las pinceladas del artista.

¿Qué le pasa a Gignac?

Cada quien tendrá diferentes motivos. El mío cuenta con nombre y apellido: 

Carlos, se llama. Carlos González.

Cuando todo está dicho, decir más, está de más.

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Texto: Jaime Garza 
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LA PLUMA DE JAIME GARZA


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