Pachuca

El Pachuca, dirigido por Guillermo Almada, a quien hoy más de uno candidatea para dirigir a la selección mexicana después del mundial de Qatar, se coronó como campeón del Apertura 2022.

La familia Martínez lleva años poniendo el ejemplo de cómo se debe trabajar en la industria del fútbol.

Desarrollan buenos futbolistas, personas de bien, profesionistas, hacen negocio y de paso ganan ‘algo’ cada ciertos años.

Sin embargo, es una realidad también que Hidalgo no se caracteriza precisamente por ser una plaza futbolera.

Su estadio es de los que registra peores asistencias.

A pesar de ser los actuales campeones y de haber sido, también, la cuna futbolística de brillantes jugadores, siguen carentes de esa pasión siempre ‘necesaria’ en el mundo del fútbol.

Y lo pongo entrecomillas porque si bien la pasión es un ingrediente fundamental para nosotros los aficionados, no sé si para los directivos sea realmente necesario que sus consumidores sean hinchas apasionados, de esos que desayunan, almuerzan, comen, meriendan y hasta cenan fútbol.

En teoría sí, porque eso genera fanatismo, y el fanatismo se traduce en compra de boletos, artículos y productos que generan ganancias para el club.

Sin embargo, cuando tu principal fuente de ingresos es la generación y venta de futbolistas, no sé que tan benéfico sería para los Tuzos que sus aficionados fueran como los regios, por ejemplo.

Ellos te consumen todo lo que huele a Tigres o a Rayados. Llenan las tribunas partido a partido, pero quieren resultados inmediatos.

La fórmula de Pachuca se basa en procesos a mediano y largo plazo.

Se requiere paciencia para que los jugadores se conviertan en estrellas, y, una vez que se vuelven figuras, la idea es venderlos al extranjero.

Algo que, si sus aficionados fueran apasionados, difícilmente aceptarían.

¿Entonces?

Al modelo de negocios de Pachuca… ¿le estorba la pasión?

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Texto: Jaime Garza 
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