El otro día estaba tirado en el sofá, con una cerveza en la mano y un plato lleno de papitas. Veía El chavo del 8, ese programa que contaba siempre los mismos chistes y que igual te hacía reír. Que hizo feliz a toda una generación y que le permitió a México tener un lugar privilegiado entre las mejores comedias del mundo.

Sin embargo, al prestar atención a los chistes, me encontré con que había un profesor que ridiculizaba a los estudiantes y que estaba de novio con la mamá de uno de sus alumnos. Vi también a los chicos burlarse de uno de sus compañeros por tener sobre peso; a un adulto corregir a los niños con base en golpes y a los infantes mofarse de una mujer solitaria.

Aspectos que hoy ni por asombro podrían ofrecerse al público sin temor a ser censurados. Sin que la horda de ofendidos le caigan en cima con todo tipo de señalamientos y hasta amenazas.

Eran otros tiempos, pensé.

Pero luego le cambié de canal y me encontré con La familia Peluche. Ese programa en el cual Eugenio Derbez explotaba como pocos el ingenio verbal para estructurar chistes donde cualquiera veía una simple palabra o una oración sin más, y también reparé en cosas que hoy serían vistas de mala manera.

Como aquél episodio en el que que Ludoviquito salía fumando, o cuando él y Jr llegaron ebrios siendo unos niños. Las mil burlas en contra de Vivi y en sí el trato de Federica y Ludovico para con sus hijos.

Intenté volver a aplicar el tema de los tiempos, pero me fue imposible, pues La familia Peluche forma parte de la comedia moderna.

¿Será acaso algo exclusivo de la comedia?, me pregunté.

Pero descubrí que no, porque también ocurre en el fútbol con un grito que se da por homofóbico y últimamente en letras de canciones que supuestamente hacen apología al feminicidio o a la pedofilia.

Es algo contra el folclore mexicano, resolví.

Porque si bien esta nueva generación va en contra de todo aquello que consideran dañino para la sociedad (y que en muchos de los casos tienen razón), la mayoría de sus quejas empatan con lo que en México se tenía o se tiene como parte de la carrilla o el color.

¿El folclore mexicano no es más que la materialización de conductas y costumbres nocivas para el ser humano y su integridad moral?

¿No será que las nuevas generaciones no logran diferenciar lo que ellos entienden de lo que se dice en verdad?

Ustedes tienen la última palabra…

Cuando todo está dicho, decir más, está de más.

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Texto: Jaime Garza 
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