casa de los abuelos

Los regios tendemos a tener una extraña relación con la familia. 

Entre los primos siempre está ese con el que conectamos de una manera especial. Más fuerte, incluso, de como nos llevamos con nuestros hermanos.

También está el otro. Ese sujeto que curiosamente gusta de todo lo que tú odias y critica todo lo que a ti te encanta.

Los primos que vienen de Estados Unidos y uno ya no sabe si realmente se olvidaron de hablar español o si fingen olvidarlo. Como si eso los pusiera un par de escalones por arriba de los demás.

También están aquellos que, por azares del destino, convivieron más con la familia política y rara vez los ves.

Con los tíos pasa igual.

Está ese tío al que en ocasiones hasta le llegas a tener más confianza que a tu papá. El imprudente, el sabio y el mala copa.

Todo este cóctel de familiares, se reúnen los domingos en casa de los abuelos.

Si hay clásico entre los equipos regios, todos van con sus camisetas de Tigres o de Rayados y viven el partido como si estuvieran en el estadio.

Dentro de los tíos no falta el que le va al América o a las Chivas, pero igual disfruta el juego con sus hermanos.

Lo mismo con ese primo que no solo no es hincha, sino que odia el fútbol.

Los abuelos gozan de ese momento en familia que muchas veces llega acompañado de carne asada, pollo o discada.

Y lo lindo de esto, es que la reunión se adapta a los caprichos del tiempo.

Los niños que ahora corren por toda la casa y juegan con sus primos en el porche de los abuelos, después se convierten en adolescentes que comienzan a llevar a sus respectivas parejas a las tradicionales reuniones de cada domingo.

Los tíos cada vez se vuelven más como los abuelos, y los abuelos empiezan a cansarse más rápido y a caminar más lento.

Irremediablemente las reuniones de los domingos terminan convirtiéndose en visitas al hospital.

La palabra ‘funeral’ sigue sonando fatal, pero de a poco se vuelve una posibilidad.

Hasta que sucede…

Los abuelos se van y muchas veces esto termina provocando que las familias se separen.

¿Se acuerdan de ese primo del que les hablé más arriba?

El que por azares de destino convivió más con su familia política y rara vez lo vemos…

Bueno, pues digamos que todos nos volvemos como él cuando los abuelos parten de este mundo.

Las reuniones de los domingos, tarde o temprano, terminan convirtiéndose en un lindo recuerdo… solo eso.

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Texto: Jaime Garza
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