Francis Ford Coppola trae finalmente a cines uno de los proyectos más arriesgados en la historia del cine: Megalópolis, la historia de un joven arquitecto que busca revolucionar su ciudad con un nuevo material que traerá el futuro a su población, pero se ve enfrentado con las ideas opositoras de su alcalde.
Esta película le ha tomado al director más de 40 años de hacerla, ya que el guión lo tenía listo desde 1980, pero no fue hasta principios de los 2000 que tuvo la oportunidad de producirla. Sin embargo, tras los atentados del 11 de septiembre del 2001 el largometraje fue cancelado al tener una escena que se asemejaba mucho a los sucesos.
La historia trata sobre Cesar Catilina, un arquitecto excéntrico que busca cambiar Nueva York con su más nuevo elemento: el Megalo. Pero todo esto se ve frustrado por su enemistad con el alcalde Cicero quien se niega a creer las ideas utópicas de Catilina y busca preservar la sociedad como está.
La premisa y el contexto de esta película la vuelven lo suficientemente atractiva como para considerar verla en el cine, sin embargo, no logran crear una trama tan emocionante como la pintan. Esto porque la historia está por todos lados menos en donde debería estar, llegando a cuestionar cada minuto de su existencia en sí es tan mala que es buena o desperdicie dos horas y veinte minutos de mi vida tratando de entretenerme con esto.
Y créanme que el concepto o la idea que el director trata de compartirnos si es interesante: el concepto de crear una civilización nueva mientras otros se rehúsan al cambio es bastante bueno, podemos ver como hay quienes desinteresadamente pueden creer que merecemos más que el mundo en el que vivimos, mientras que otros piensan lo contrario y luchan por preservar lo que hemos construido. El concepto de poder se vuelve meramente banal cuando se cuestiona su verdadero uso y creo que es de lo poco que logra transmitir esta historia.
Pero al tratar de explicarnos temas metafísicos tan profundos, el director falla en darnos algo entretenido, ya que parece ser que intentó dar mensajes sofisticados y hacer escenas que visualmente te hagan sentir como alguien más intelectual pero que realmente nada tiene un hilo que ata todas las partes que forman esta desorganizada historia.
Coppola trata de asemejar la caída de Roma con el futuro de Estados Unidos de manera tan catastrófica que este intento de película extravagante solo me hace cuestionar si los actores que participaron en ella realmente creían que iba a funcionar.
Lo más impresionante de todo fue ver como cada persona en la sala de cine mostraba una expresión de desagrado y decepción con esta película. Por más interesante que sea su premisa y sus escenas tan emocionantes visualmente hablando, no puedo recomendarla para verla en el cine.
A pesar de esto, Coppola creyó tanto en su proyecto, que puso de su bolsillo una gran parte de los 120 millones de dólares que costó realizar esta extravagante y arriesgada historia, la cual proyecta ser un fracaso en cines, esperando recaudar cuando mucho 4 millones.
Tal vez la película les gustará a personas que sepan apreciar mejor el cine que yo o incluso se considere como cine de culto en un futuro, pero dudo que la persona promedio pueda disfrutar de este desastre de dos horas y media sin tener a alguien que lo despierte cuando se quede dormida.
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