Para mí siempre es interesante visualizar una biopic en el cine. Sea o no, afín a la historia o a la personalidad que se proyecta, me resulta un ejercicio muy peculiar y que en ocasiones sirve como vitrina para que un autor ofrezca ya no sólo una historia popular que a su juicio merece ser contada, sino que también puede representar un impacto mediático muy controversial para el público o incluso para las propias personalidades a las cuales se lleva su vida a la gran pantalla. Claro que también, éste subgénero ha ayudado a reivindicar o darle un reconocimiento que no tenían aquellos personajes históricos que en su momento vivían en el anonimato, un caso reciente “El código enigma” de Alan Turing.

En ese sentido, “La voz del amor” ofrece un recorrido sobre los pasajes en la vida de la cantante canadiense Céline Dion y de la cual, estoy seguro de que es una película que primero que todo tiene un alma y corazón impregnados por una autora que le da cierto brillo genuino a la historia.

Quebec, finales de la década de los años 60. Sylvette y Anglomard dan la bienvenida a su decimocuarto hijo: Aline. En la familia Dieu, la música reina y cuando Aline crece descubren que tiene una voz prodigiosa. Cuando escucha esa voz, el productor musical Guy-Claude solo tiene una cosa en mente: hacer de Aline la mejor cantante del mundo.

Esta historia es una adaptación libre de la verdadera vida de Céline Dion, es decir, hay esencia de sucesos que son reales pero que quizá en la película se sacrifica su verosimilitud a favor de que las secuencias encajen en la trama. Y es justo aquí, en donde surge el que tal vez me represente el principal obstáculo para que me resulte una historia fascinante. La películas gira en torno a toda la vida de Aline (Céline Dion) por lo cual hay momentos que son muy desaprovechados y que no tienen el peso narrativo al cual pudieron aspirar porque todo sucede muy rápido. 34 años de trayectoria resumidos en dos horas y que se resolvieran eficazmente era una empresa muy difícil de realizar y desafortunadamente hay algo que no cuaja.

Otro elemento que le juega en contra es el montaje narrativo, justamente esto va ligado con el aspecto que resalté en el párrafo anterior, hay elementos que insinúan y a veces de manera clara que el tiempo sucede, pero hacen falta momentos que generen un interés por la época en la que se desarrolla determinada secuencia.

Pero eso sí, si hay algo realmente admirable y digno de destacar es la presencia de Valérie Lemercier en el proyecto. Ella dirige, coescribe y protagoniza la historia en el papel de Aline. Es perceptible el corazón y el talento que le imprime al proyecto, que aunque tiene sus errores narrativos, lo que realmente valoro es que tiene una intención autoral y una notable intención comunicativa para con el público. Además claro, del carisma que desborda como protagonista de la historia.

En fin, poco más que agregar a una película que es netamente clara con sus intenciones. Una biopic ágil y cómica que resulta ser una buena opción para decantarse por ir al cine éste fin de semana. Las actuaciones son muy buenas, la nostalgia que genera el escuchar los éxitos de Dion es efectiva y en general es bastante entretenida, sin llegar a más. Pero eso sí, con un mensaje que ya hemos visto muchas veces, pero que no deja de ser aspiracional.

“La voz del amor” ya está disponible en Cinépolis.  

Texto: Omar Guajardo
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