La delgada línea entre acosar y coquetear

La delgada línea entre acosar y coquetear

LA PLUMA DE JAIME GARZA

Los seres humanos (como animales sociales que somos), evolucionamos con el paso del tiempo. Y dentro de dicha evolución, lo más normal del mundo es que a menudo descubramos que, algunas de las cosas que solíamos hacer y que creíamos que estaban bien o que al menos no lastimaban a nadie, no solo resultaron ser conductas reprobables, sino que acabaron por restar más de lo que le aportaron a la sociedad.

Como consecuencia, o dejamos de hacerlas, o las hacemos pero ya siendo conscientes de que nuestros actos entrarán en el rubro de lo malo… incluso de lo ilegal.

Alguna vez pensamos, por ejemplo, que tener esclavos estaba bien. Hoy sabemos que no es así, y sin embargo, hay gente que sigue cobrando para el uso y disfrute de cuerpos ajenos. 

No hace mucho tiempo la mujer era tratada como un objeto. Hoy es de dominio público que ambos géneros valen lo mismo, y a pesar de ello, hay matrimonios que siguen basando su relación en reglas patriarcales.

Uno de estos descubrimientos, es el que da pie a ésta pieza. 

Y es que hasta hace no muchos años, la cultura popular no solo aceptaba, sino que incluso romantizaba el hecho de que una persona, en el afán de seducir, no respetara el: no de alguien, y luchara hasta convertirlo en

Y el problema no radica precisamente en la lucha por alcanzar tal objetivo, sino en todo lo que se hace para conseguirlo, y lo que es peor: en la equivocada idea de que estamos obligados a corresponderle a quien pone todo su esfuerzo para enamorarnos.

La delgada línea entre acosar y coquetear, no es tan delgada. El coqueteo consiste en acercarte a alguien con el fin de demostrarle tu interés. Hasta ahí todo bien. Pero si ésta persona te dice que no le interesas ni como amigo, ni como pareja… ni siquiera como alguien para intercambiar palabras, y tú sigues luchando para conquistar a ese alguien (bajo la premisa de que el término conquista jamás debería relacionarse con un tema de cortejo), estás cayendo en el acoso.

No es necesario que te pares afuera de su casa y le apuntes con una pistola para agraviar la intimidad de esa persona. Basta con ocupar la misma banca cuando te dijeron claramente que no le es grata tu compañía. O seguirla después de que ésta se ponga de pie y busque un lugar lejos de ti. Acoso es, incluso, inventarte perfiles de Facebook falsos para dar con ella; seguirle hablando cuando se ha cansado de decirte que tus palabras le molestan. 

Y es probable que esas mismas palabras y esa misma técnica de cortejo sean implementadas por alguien más, y que a él sí le correspondan, porque resulta que las personas tenemos derecho a decidir qué queremos recibir, y, lo más importante, de quién queremos recibir determinados presentes o determinadas atenciones.

La delgada línea entre el acoso y el coqueteo, se llama: convencimiento. No es muy difícil de entenderlo.

Cuando todo está dicho, decir más, está de más.

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Texto: Jaime Garza 
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