‘Ojalá el COVID le diera solo a los idiotas’, pensaba escribir en mi muro de Facebook, mas en el momento me retracté.

Un poco porque seguramente algún ser querido se sentiría agraviado con el deseo, y otro tanto porque, muy probablemente, yo también sería uno de los contagiados.

¿Alguien tiene cara para criticar a los demás sin morderse la lengua?

¿Acaso alguno de ustedes se encerró en su casa desde aquél abril del año pasado y no ha salido más que por lo estrictamente necesario, acatando al pie de la letra las indicaciones de las autoridades?

De ser así, no solo los dejo libres de esta pieza, sino que les aplaudo desde lo más profundo de mi corazón.

Tampoco le escribo al irresponsable confeso. 

Ese sujeto que, por no creer en el virus o por sentirse inmune a él, no se encerró nunca, aún sabiéndose contagiado.

A ellos los dejo en paz con su idiotez. 

Igual dudo que tengan la capacidad de leer y comprender una columna que va más allá de sus intereses banales.

A quien le escribo, es al tipo como su servidor, que se encerró religiosamente durante tres o cuatro meses y después poco a poco volvió a salir.

Que no ha ido a eventos masivos, es verdad. Ni siquiera a restaurantes o discotecas, pero que igual se juntaba en la casa de la esquina con los amigos. 

Primero respetando sana distancia y utilizando cubrebocas; después olvidándose inconscientemente de lo primero y a veces hasta de lo segundo.

Le escribo a ese que cree que se cuidó, pero que a su vez fue tan irresponsable como lo fueron los confesos.

Porque lo que correspondía era salir al super o con el médico y nada más. Ir a trabajar y volver a casa. 

Las cervezas con los amigos no eran cosa obligada; tampoco el cine con la novia, con todo y que la sala estuviera casi desocupada.

El COVID se nos salió de las manos a todos.

Los que creyeron cuidarse son tan culpables como los que jamás se cuidaron, y también responsabilizo a las autoridades, que durante las elecciones se olvidaron de todo y hoy pretenden enmendar tal negligencia.

¿Qué toca hacer?

Lo que debimos hacer desde un principio: atender esto como una guerra y no salir más de nuestras casas. Que este virus está dejando tantas muertes como lo han hecho las balas.

Cuando todo está dicho, decir más, está de más.

Texto: Jaime Garza 
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LA PLUMA DE JAIME GARZA

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