El desafortunado complejo del pueblo mexicano

En México sobran aplausos para quienes corrompen determinado sistema, y de pendejos no bajan a quienes intentan hacer las cosas bien. Confundimos el cinismo con la honestidad. Votamos por políticos que admiten haber robado ‘poquito’ y hasta vemos como ejemplo al ‘Chapo’ Guzmán.

Que el fútbol nos lo explique de mejor manera…

Cuauhtémoc Blanco es amado incluso por quienes dicen odiarlo. Nos deshacemos en aplausos cuando lo vemos por ahí; hablando mal, burlándose de árbitros con problemas físicos y peleando como un borracho en la cantina o como un chico defendiendo de forma exagerada su barrio.

En cambio a Hugo Sánchez, que es el jugador más emblemático en la historia del fútbol mexicano, lo damos por soberbio y criticamos que hable como español. No le valoramos el hecho de que llegó a Europa y sufrió de racismo. Que en lugar de haberse quedado en el césped llorando y lamiéndose las heridas, se ganó a sus detractores y en cada gol, de forma sutil, les recordó el agravio a través de festejos que quedaron guardados por siempre en las memorias de todos los aficionados.

A uno se le admira al grado de hacerlo gobernador de un estado (a pesar de que su nivel académico deja mucho que desear); del otro nos burlamos porque cada que puede le recuerda a su gente lo mucho que ganó jugando al fútbol.

A Cuauhtémoc Blanco se le quiere porque representa al mexicano promedio: valiente y trabajador; impulsivo y con dudosa educación.

A Hugo Sánchez se le desprecia porque aunque el hombre es mexicano, sus costumbres y conductas parecieran ser las de un extranjero.

Uno se forjó desde abajo, y un poco por eso y otro tanto por el juego, no logró prepararse de manera correcta en un aula de clases.

El otro intercaló los entrenamientos con el estudio, y aunque probablemente jamás te sacarías una muela con el pentapichichi, el haber asistido aunque fuera de manera esporádica a la universidad, hoy le permite expresarse de forma adecuada; ser educado en un mundo donde la desfachatez parecer ser una gran virtud.

¿Por qué tendemos a admirar a mexicanos como Cuauhtémoc Blanco y desacreditamos a gente como Hugo Sánchez?

En la ‘inocente’ xenofobia de algunos mexicanos (artículo con el cual debuté en este espacio), encontrarás la respuesta.

Sospecho que este desafortunado complejo del pueblo mexicano radica en una extraña aberración (a veces plasmada en un formato de exagerada admiración) en contra o a favor de todo lo que venga de afuera. Y el tema es aún más grave si eso que viene de afuera es mejor que lo que tenemos en casa.

Por eso abrazamos nuestros defectos y repudiamos cualquier oferta de virtud. El fantasma de Hernán Cortés se manifiesta en todo aquél que llega con el afán de ayudarnos y nos estancamos en nuestros vicios y malas costumbres.

Hace apenas unos cuantos días, Andrea Meza ganó el certamen de Miss Universo 2021, y el mundo entero se deshizo en aplausos, no solo por su belleza física, sino por su brillantez intelectual.

Sin embargo, entre tantos reconocimientos no faltaron los paisanos que se manifestaron en contra de ella al decir que: no representaba al mexicano promedio. Y no hay manera de refutarles. Porque en efecto, Andrea no representa al mexicano promedio.

Ella cuidó su salud física y mental; el mexicano tiende a voltear a ver ambos aspectos cuando ya se encuentra bastante mal.

Ella optó por el estudió y enriqueció su cultura yendo más allá de su propio idioma; el mexicano promedio habla español y nada más, porque: el inglés no se le da.

Ella definió bien sus prioridades, y a los veintiséis años se dedica a lo que quiere; el mexicano promedio llega a esa edad sin saber qué es ni qué será… casado con quien no quiere o solo por miedo a comprometerse.

Tienen razón, Andrea Meza no representa al mexicano promedio; sí al mexicano al que debemos aspirar a ser.

Cuando todo está dicho, decir más, está de más.

También te puede interesar:

Texto: Jaime Garza 
Follow @JaimeGarzaAutor

LA PLUMA DE JAIME GARZA

Comentarios

comentarios