LA PLUMA DE JAIME GARZA

La xenofobia se define como la fobia o el rechazo al extranjero o inmigrante; cuyas consecuencias pueden resultar fatales.

En México existe un derivado raro de éste mal. No se llega al extremo de odiar a los nacidos en otras tierras, es justo aclarar. Son recibidos de buena manera, incluso hay quienes aseguran que se les trata mejor a los ajenos que a los propios.

Sin embargo, aunque esto tenga su dosis de verdad, también hay otro tipo de personas, y son a ellos a quienes les dedico éstas letras…

¿Les parece si utilizamos el fútbol como ejemplo?

Pongamos a Chivas: el equipo de México. Lo llaman así porque en su plantilla solo alinean elementos nacidos en éste país. Y del otro lado coloquemos al América: el equipo de Televisa… ¿necesito decir más sobre ellos?

Al Rebaño sagrado lo aman; al América lo odian. A Chivas le perdonan todo gracias a ese principio nacionalista; al América le adjudican cualquier mal posible porque aspira a la grandeza sin atender actas de nacimiento ni romanticismos de segunda mano. Uno muy mexicano; el otro no tanto.

Poco falta para que los jugadores de Chivas salten a la cancha envueltos en la bandera mexicana; con un sombrero de charro y una botella de tequila bajo el brazo. 

Si ganan, pretenden que el país entero se rinda a sus pies y sobren los aplausos, porque… claro. Solo juegan con mexicanos. Pero si pierden, se ocultan en las sombras de los pretextos y los complejos; exigen la comprensión de todos. 

Es que solo jugamos con mexicanos, te dicen, y no se dan cuenta de que al hacerlo denigran a sus propios paisanos, como si el mexicano jugara con una sola pierna o padeciera de algún déficit mental.

Y detrás de ese victimismo lamentable, se esconde el punto medular de ésta pieza, que es: la inocente xenofobia de algunos mexicanos. 

Recalco lo de inocente porque no es como que éstas personas vean a un extranjero y lo odien. Pero sí le cobran al triple la pulsera en la playa, porque el güerito ni cuenta se va a dar. Tampoco lo insultan ni lo discriminan de manera directa. Pero detrás de la trinchera les ofende que hable bonito y que quiera inyectarle cosas positivas a una cultura por demás agrietada.

La molestia rebota en un terrible complejo de inferioridad. Sospecho que esto data desde los tiempos de la conquista.

Cuando un extranjero llega, se le trata bien porque a pesar de todo el mexicano es amable. Pero al menor comentario… a la menor insinuación de que las cosas se pueden hacer mejor, ésta clase de individuos se le van encima.

Un poco por temor a que alguien de afuera les diga cómo deben de comportarse. Otro tanto porque, aunque no parezca… aunque suene ridículo, hay gente que está bien estando mal, y ese es el caso de los mexicanos a los cuales me refiero.

Su xenofobia está lejos de ser como aquella que desembocó en una guerra mundial. Se podría decir que ni siquiera se dan cuenta de que rechazan a los extranjeros. 

Son el resultado de una triste doctrina que los situó a ellos como a los débiles de la película y a los otros como a los villanos. Por eso los tratan bien cuando llegan y los estafan apenas pueden. 

Y a los propios se les aplaude todo. Poco importa que los paisanos sean unos corruptos o unos bandidos. 

¿Mejor el daño de uno mío que la solución de alguien foráneo?

Ojo, que la pregunta la hace un mexicano.

Cuando todo está dicho, decir más, está de más.

Texto: Jaime Garza

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